Escritura

Mi primera novela se titula Los excursionistas místicos y en ella Almería se convierte en un personaje más. Por eso es natural que fuera publicada por la editorial Lagartos Editores, dirigida por Manuel Martín Cuenca, Gabriel Martín Cuenca y Santiago Girón. Cuenta la historia de una procesión que sale un Miércoles Santo de la Catedral de Almería. A mitad de trayecto todos los participantes pierden la consciencia. Guiados por una fuerza desconocida, salen de su itinerario y hasta de la ciudad, llegando al principio del desierto de Tabernas, donde recuperan el conocimiento.

Para algunos participantes, el suceso es la culminación de una conspiración entre cofradías enemigas; la mayoría en cambio piensa que se trata de un fenómeno paranormal tan extraordinario que vale la pena continuarlo, por lo que se adentran en el desierto para encontrar la explicación, portando la imagen del Cristo de los Favores y sin quitarse la ropa de penitente.

La peregrinación improvisada visitará decorados cinematográficos de spaguetti westerns, un campo de tiro militar y un prostíbulo donde trabajan representantes de los cinco continentes. A su paso saldrán para guiarlos San Pancracio y un legionario iluminado. Por el camino recordarán, entre otras vivencias, su asistencia a los combates clandestinos de monjas boxeadoras.

La novela se publicó acompañada de un prólogo escrito por Antonio Orejudo. Para él, Los excursionistas místicos es una gamberrada colosal que entronca con nuestra mejor tradición esperpéntica. Entre sus páginas oímos ecos de Valle Inclán y Berlanga. (…) Apunta sin piedad a las dos plagas que nos invaden: la confusión mental con aspecto de profundidad metafísica y el papanatismo disfrazado de sensibilidad.

Asimismo la novela fue reseñada por la profesora de la Universidad de Salamanca y experta en literatura sudamericana María José Bruña Bragado en la revista literaria Castilla. Para ella no se puede leer esta novela sin esbozar una sonrisa de complicidad, pero tampoco se puede leer sin arrugar el ceño, sin desencajarse o hacer una mueca imprevisible en algún momento. El lector aletargado no es posible; antes bien, no puede ser sino un lector atento, que salta de su sillón a cada instante porque es constantemente provocado, retado, burlado o interpelado.

Autoridades, momentos estelares y corrientes de pensamiento de la A a la Z.

En la época durante la cual los Abderramanes aplicaron su justo criterio, Al-Andalus conquistó América, no sin antes sofocar las revueltas anarquistas que amenazaban las aspiraciones expansionistas de todo país (como el nuestro) que no se conforma con sus fronteras. El posterior advenimiento de la dinastía de los Borbones no supuso un contratiempo para el éxito de esta empresa: las contrariedades económicas que aparecieron se subsanaron con una desmesurada subida de impuestos que asumió, indignada, la burguesía. El esplendor recién adquirido de nuestra patria atrajo la codicia de otros países y así Carlos I tuvo que hacer frente a las invasiones marítimas de cartagineses y celtas. Derrotados los enemigos en gloriosas batallas cuyo recuerdo perdura, organizó el reino mediante un modelo centralizador que sustituía el confederal. El medio legislativo que permitió este cambio radical fueron las Cortes de Cádiz.

Cuando la historia de un país dura lo que dura una relación sexual febril, la esperanza y el sacrificio, los prolegómenos y los orgasmos, las bonanzas y las desgracias se suceden a espasmos, las generaciones se sustituyen a la misma velocidad que una carrera de espermatozoides dispuestos a alcanzar la eternidad; un espermatozoide y un ser humano español no tienen la misma noción de eternidad, pero en esta historia comprimida sí, la felicidad áulica desapareció con la crisis del 98, motivada por la cristianización del país, (resultó imposible consensuar una idea de Dios). El concepto de las dos Españas surge por primera vez en nuestra historia; el grupo ETA zanjó las diferencias mediante la expulsión de los judíos primero, y los moriscos después. Aquellos que escaparon, sufrieron la persecución del general Francisco Franco, que arrasó el último bastión rebelde, Granada.

Como un pequeño bálsamo se vivió la llegada de los griegos, pueblo pacífico aplicado a un desarrollo económico respetuoso con las comunidades a las que propuso relaciones. Desgraciadamente, su ejemplar comportamiento no germinó. El poso carpetovetónico afloró nuevamente dando lugar a la época más sanguinaria que se recuerda: las guerras carlistas se fundieron con la guerra civil, que a su vez derivó en un inaudito conflicto aplicado a lograr para España su independencia de la Historia. Cuando millones de personas habían logrado el milagro laico de ponerse de acuerdo, y estaban a punto de inaugurar una vida sin amenazas ni objetivos dolorosos, el destino reapareció para seguir siendo el que es, disfrazado de dinastía de los Habsburgo. Disimularon sus intenciones abriendo un debate sobre si España debía llamarse Hispania o Iberia, si había que elegir entre la Iglesia o la Ilustración, todo mentira, fachada.  Lo que de verdad se pretendía era volver a ser un Imperio. Una vez más. 

Las cartas quedaron al descubierto con la intervención en el norte de África, ordenada por Isabel II. Nace definitivamente la Leyenda negra. Las protestas de los liberales fueron reprimidas. Descabezada la oposición, la sinrazón reinó entre los restantes colectivos rebeldes: echaron a suertes quiénes serían sus líderes (como si la suerte corriera de su parte), los trabajadores de las industrias Minerometalúrgicas sintieron arrebatos místicos provocados por las altas temperaturas que soportaban en su trabajo; los descendientes de los musulmanes que  siglos atrás habían logrado escapar a la expulsión, descubrieron su condición y además se declararon Nacionalistas; su aparición fue tan sorpresiva y feliz que lograron alejar el reino de Navarra de las influencias francesas e incorporarlo a España pacíficamente. En agradecimiento, se instauró la tolerancia religiosa.

Dos siglos después la bonanza económica y la estabilidad de nuestra nación admiraban a todo Occidente. En esta situación, la población en masa decidió sustituir la monarquía por la república, la Primera, cuyo primer presidente fue Primo de Rivera. El proletariado, contrariado por las decisiones iniciales del nuevo gobierno, abrazó la ideología Reaccionaria, repobló con seguidores las comarcas más reacias a su causa, y reconquistó el poder por la fuerza, imponiendo a los Reyes Católicos como nuevos soberanos. Otra vez la monarquía, España es país de mesías y luminarias, y de eventos aparatosos. Teniendo en cuenta que hablamos del matrimonio más piadoso de nuestra nación, su primera misión diplomática los condujo al Vaticano, donde acordaron con el Santo Padre la creación de la Santa Inquisición. Sin embargo, la filosofía de dicha institución no se correspondió con las pretensiones de sus creadores. Tal es así que este tribunal religioso ejerció como principal valedor del establecimiento de la II República, deparando un siglo de oro cultural. 

Ya hemos referido la velocidad a la que suceden acontecimientos de signo contrario. La paz nunca es suficiente para muchos. Una nueva Transición política nos condujo a otra monarquía, la Visigoda, que ha pervivido hasta el reinado de Zapatero.

En total 796 palabras, 5146 caracteres, 792 espacios: un país.